Franz
Birberkopf sale de la cárcel tras permanecer en ella cuatro años por maltrato a
su mujer con la intención de convertirse en un ciudadano ignorado por la
justicia. Pero el Berlín cercano a la década de los treinta no es fácil. Se ve
envuelto en los bajos fondos como ladrón, proxeneta y chulo y a pesar de ello
logra mantener su moral. A simple vista es argumento normal para una novela que
marcó época. Que el paso del tiempo no haya logrado hacer olvidar el texto por
el que es conocido Alfred Döblin se debe a su capacidad para realizar un collage
en torno a esa parte de las grandes ciudades que carecen de glamur uniendo
trozos de La Biblia, listín de teléfono, anuncios en periódicos, cartas de
pacientes, tomando parte como narrador o saliendo de ella, para dar forma a una
construcción literaria en la que el verdadero protagonista es la propia ciudad:
Berlín.
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