Cuando
regresé a la mesa de trabajo el libro estaba allí, con su dedicatoria. No
estará de más leerlo, pensé, ya que tanto había oído hablar de él. Así, de
entrada, y ahora de salida, para leer, lo que se dice leer, no está. Sí que
está para muchas lecturas, página a página, y si es con una guía paralela que
oriente, mejor. Seguramente a quien le guste filosofar lo apreciará aún más.
Utiliza muchas frases con doble sentido, de esas que fuera de la época y del
contexto, se pasan por alto sin apreciarlas y son tantas las alusiones inversas
a los Textos Sagrados que, sin recurrir a las anotaciones a pie de página del
traductor, se hace evidente el estar leyendo La Biblia en espejo. Ciertamente
como el propio autor escribió es un libro para todos y para nadie. A quien se
considere nadie siempre le quedará la opción de recurrir al mismo título pero
en versión sonora y disfrutar de la op 30 de Richard Strauss o recurrir a su
obertura volviendo a ver Odisea en el espacio 2001.
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