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Los hermanos Karamázov. Dostoyevski.


 

Con tiempo para leer, buena lectura es. Es una de esas novelas que por extensa y por párrafos de cuatro a seis páginas en los que no existe un punto y aparte es conveniente leerla por apartados enteros para no perder mucho el hilo. En realidad son solo unos pocos personajes. Un padre déspota, engreído y borrachuso que malcría a sus tres hijos y a uno más que puede serlo o no y que tiene como sirviente (Smerdiakov ). El uso de diminutivos confunde al principio y no es fácil reconocer al único hijo de la primera esposa (Dimitri – Mitri – Mitenka - Mitka) y a los dos de la segunda (Ivan y Alexei - Aliosha).

Es conocida por ser la novela del parricidio más famoso de la historia pero a nadie escapa que supone un estudio psicológico de sus personajes así como de una sociedad rusa (escrita en 1880) que se debate entre abrazar las nuevas ideas de la ciencia y de la inexistencia de Dios que llegan desde Europa o bien continuar apegados a los iconos.


La silla del águila. Carlos Fuentes.


 

Unas declaraciones del presidente de México provocan el cese de las relaciones bilaterales con los yanquis. No solo se corta el suministro de petróleo sino que el satélite se “funde” y deja de dar señal a todo el país por lo que se ha de volver a la comunicación epistolar.

Esto explica la estructura del libro a base de misivas entre quienes pretenden apoderarse de la silla del águila y dirigir los designios del país y quienes han de defenderse.


Plenilunio. Antonio Muñoz Molina.


 

El criminal siempre vuelve al lugar del crimen. De eso va esta novela. Pero se han de dar las circunstancias para que reincida en su intento infanticida. El que sea la luna llena el motivo explica el título. Un inspector que ha llegado “deportado” del País Vasco y aún con la obsesión de sentarse cara a la puerta en los restaurantes y bares, de mirar debajo del coche; su mujer en el sanatorio tras soportar amenazas, llamadas y un marido dado al alcohol para tolerar el estrés; un cura jesuita de la infancia, una maestra de pueblo enamorada, las víctimas y asesino dan pie a una trama que llevan al lector al desenlace tanto de la novela negra, como de la rosa y de la sociopolítica.


Del color de la leche. Nell Leyshon.


Vivir en el siglo XIX no fue nada fácil. Curioso es que hoy en día todavía sigamos con pautas heredadas aunque quizás más sutiles. La protagonista vive en una granja con cuatro hermanas. Su vida se desarrolla con la luz, de sol a sol. Cuidan del ganado, de las gallinas y trabajan la tierra con su padre mientras su madre se encarga de los quesos al tiempo que un abuelo paralítico solo es comprendido por la nieta menor. Una nieta que piensa y habla, y que habla lo que piensa. A falta de más varones en la casa el padre llega a un acuerdo con el vicario y pone a su cargo a su hija menor para que ayude a su mujer enferma. El resto merece la pena ser leído.