Lo más fácil es decir que Mishima
da forma a un Calixto y Melibea o a un Romeo y Julieta a la japonesa. Pero está
el rumor del mar. Y eso hace que su lectura se vaya impregnando, en un entorno
idílico de una isla nipona, de los quehaceres de una comunidad de pescadores
apartada de la civilización, donde se percibe por doquier el olor salobre a
mar, la fragancia de las cuerdas de cáñamo, el humo invisible de las hogueras y
el rumor de un oleaje azul que todo lo circunda.
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