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Sonatas. Ramón de Valle-Inclán.


Al margen de si las sonatas son la mejor expresión del movimiento literario conocido como El Modernismo, las cuatro sonatas de Valle-Inclán son composiciones musicales en cuanto a la fusión entre su lenguaje y la naturaleza. Tienen como intermediario al Marqués de Bradomín, un Don Juan priápico, feo, católico y sentimental empeñado en que como virgen sólo figure María que ya del resto se encarga él. Cada sonata obedece a una época en la edad del Marqués cuyos encuentros amorosos se solazan en los pródromos para, en dos renglones, acabar en sucesivos clímax por él denominados: “sacrificios”.

Particularmente, me ha gustado más la de verano. Sonata en la que el Marqués viaja a México para olvidar amoríos previos y allí conoce a la Niña Chole. Niña en la que al contacto de la carne florecían los besos en un mayo de amores. ¡Rosas de Alejandría, yo las deshojaba sobre sus labios! ¡Nardos de Judea, yo los deshojaba sobre sus senos! Y la Niña Chole se estremecía en delicioso éxtasis, y sus manos adquirían la divina torpeza de las manos de una virgen. Pobre Niña Chole, después de haber pecado tanto, aún no sabía que el supremo deleite sólo se encuentra tras los abandonos crueles, en las reconciliaciones cobardes. A mí me estaba reservada la gloria de enseñárselo.

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