Grata sorpresa la lectura de
esta compilación de narraciones cortas. Una pena que la luz de Ibiza, que
devolviera a la escritura a Benjamin, no le aportara más esperanza para continuar
su vida ante la implantación del tercer Reich que le hizo la vida imposible
como filósofo, crítico y ensayista y como asquenazí, esto es, judío de origen
europeo.
¿Por qué se
está acabando el arte de contar historias? Esa pregunta sobre el acto
primigenio y arcaico de narrar obsesionó a Walter Benjamin durante mucho tiempo
y la respondió de diversos modos. He aquí uno.
Se cuenta que en un pueblito jasídico se
encontraban los judíos una noche en una fonda miserable, a la salida del
Shabat. Eran todos vecinos del pueblo, menos uno que nadie conocía; pobre y
andrajoso, masticaba algo en una esquina oscura al fondo. Los temas de
conversación iban sucediéndose, hasta que a uno se le ocurrió preguntar a los
demás qué elegirían de concedérseles un deseo. Uno pidió dinero, el otro un
yerno, el tercero un nuevo banco de carpintero... Todos expresaron sus deseos
hasta que no quedó más que el mendigo en su rincón oscuro. Vacilando y a regañadientes
aceptó revelarlo también él. «Ojalá fuera un poderoso monarca y reinara sobre
un vasto país. Quisiera que de noche, estando dormido en mi palacio, el enemigo
irrumpiera en mis tierras y antes del amanecer sus jinetes hubieran llegado a
las puertas de mi castillo sin encontrar resistencia alguna. De susto me
despertaría sin tiempo siquiera para vestirme. En camisón emprendería la fuga a
través de montañas, bosques y ríos, noche y día, sin descanso, hasta llegar
aquí a este banco en vuestro rincón. Eso es lo que yo desearía.» Los demás se
miraron atónitos unos a otros. «¿Pero qué ganarías con ese deseo?», atinó a
preguntar uno. «Un camisón», fue la respuesta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario