Cuando a finales de los
ochenta oí hablar del revuelo originado por este libro, así como la fatwa
dictada por el Ayatolá Jomeini poniendo precio a la cabeza del escritor, pensé
que Salman había escrito un ensayo, y no una novela, en el que ponía de
manifiesto aspectos de carácter científico histórico en torno a las religiones
orientales, a partir de esa sección de Los Versos satánicos coránicos, como
quien pueda hacerlo a raíz del manuscrito de Nag Hammadi incluido dentro de los
llamados Evangelios apócrifos respecto a las iglesias cristianas.
Sin embargo, es una novela,
pura ficción aderezada con buen humor, en ocasiones con historias colaterales
que de no estar incluidas tampoco pasa nada y el lector se perdería menos en
este laberinto imaginativo donde Rushdie despliega fantasía a doquier.
Esto hace suponer que libros
debieron venderse muchos pero que una gran mayoría de lecturas iniciadas
quedaron con el marcador derretido entre las páginas, pues no es fácil seguir
la estela de los dos únicos supervivientes de origen hindú a la explosión de un
avión cerca de las costas inglesas entre sus sentimientos de pertenencia al
grupo de migrantes. Ni ellos se encuentran a gusto en el país de destino, ni
los nativos ni los hindúes ingleses los aceptan en demasía, al tiempo que en su
país de origen les ocurre otro tanto al verlos regresar mientras se vertebran sus
evoluciones como arcángel uno y diablo el otro con otras historias entre las que
se encuentra la de Mahoma (Mahound en el
libro), su exilio y su eventual regreso triunfante a La Meca preislámica y
politeísta (Jahilia en la novela).
Desde este
lado de la orilla tanto revuelo pareciera desmesurado pero hemos de reconocer
que también en nuestros mares, por causas igualmente nobles, nadan fundamentalistas del Madrid ni tocarlo,
del eso ni nombrarlo que es més que un club o del con eso me faltas al respeto
que con la Virgen del Carmen no se juega que es mi madre.
Por torrontudo, procuro terminar los libros que comienzo a leer, pero con los Versos Satánicos no me fue posible. Como comenta Javier el marcador se me quedó derretido entre las páginas 106 y107. Es un marcador de la librería Lemus de LL que está dedicado a artistas canarios contemporáneos, concretamente a José Abad.
ResponderEliminarEl libro que tenía un coste de 1698 pts. lo compré fundamentalmente porque el Ayatolá Jomeini había puesto precio (como en el Oeste) a la cabeza del escritor, por lo cual me dije: vamos a ver cuál ha sido el delito, pero me quedé con las ganas. Para colmo el Ministerio de Cultura apoya moralmente la edición y distribución de la obra en virtud del artículo 20 de la Constitución Española.
Me hizo mucha gracia la observación de Javier sobre el marcador olvidado, porque, recordaba que había dejado un marcador. Localicé el libro en una repisa y allí estaba el marcador. Además encontré una postal de Vodafone donde anunciaba que:<>. También, (aunque no tengo idea de donde salió) localicé otra tarjeta postal de propaganda de una casa rural: “Finca el sitio de Jaifa” en Fuerteventura. Es una vivienda rural típica majorera que data de principios del siglo XIX rehabilitada con materiales naturales .Es autónoma energéticamente y está enclavada en una zona de especial protección.
No hace falta que me digan que lo que he escrito no tiene nada que ver con la escritura, pero sí con el libro, y además me he quedado bien a gusto.
Gracias a tu marcador derretido he vuelto a recordar a los guanches de la plaza Candelaria y el monumento en la rotonda de acceso a Los Rodeos (LL Patrimonio dela Humanidad) entre otras obras de Abad.
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