El progreso del amor ha sido
eso, el progreso del amor hacia lectura de esta escritora. Si bien, en el leído
anteriormente, Demasiada felicidad, me costó algo disfrutar de la misma, de la
felicidad y de la autora, en esta ocasión el progreso ha sido notable. Ya no me
cuesta tanto seguir los lazos de parentesco entre los personajes que aparecen
en sus cuentos ni situar geográficamente los cambios de domicilio de las
familias, siendo más sencillo entender su forma de fraccionar literariamente
las historias vitales de quienes aparecen en sus relatos. Historias que por
otra parte no son nada del otro mundo a las que Munro aporta toques íntimos, de
esos que todos pensamos en la conversaciones en nuestra vida diaria, pero que
no nos atrevemos a decir porque pueden sentar mal, porque entendemos serían mal
educados, y que acaban por provocar un giro real en las relaciones
interpersonales pues son las que realmente importan.
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