Felicidad clandestina es uno de los setenta y cuatro cuentos que reúne este volumen. En él una niña acude todos los días a la casa de su amiga quien a pesar de haberle prometido el préstamo de un libro siempre encuentra excusa para no entregárselo. Hasta que la madre se da cuenta de esa niña que todos los días llama a la puerta y de la patraña de su hija. Le entrega el libro diciéndole que lo puede tener todo el tiempo que quiera y ella se va contenta y pensando: Ya no era una niña más con un libro: era una mujer con su amante.
Haia nació en Ucrania en 1920. Sus padres judíos pronto hubieron de emigrar y a los dos meses de su nacimiento comenzó en Brasil a ser Clarice. Realmente ha de carecer de importancia ya que poca influencia cabe suponer el cambio de residencia a esas edades en su estilo de vida y de escribir, al que ella misma, ante lo difícil de clasificar, denominaba como “no estilo”. Sin embargo pudiera ser que esa sensación de distancia entre puntos geográficos tan distantes fuera importante para ella pues es la misma distancia que emplea entre la trama de sus cuentos y sus finales. Dos, tres, cuatro, cinco, veinte páginas que luego resuelve en dos palabras, como esos dos meses, tan distantes de la urdimbre que difícilmente se capta la relación a primera vista pero que antes de pasar la página en busca del siguiente cuento provocan un titubeo en la mano, un abaniqueo de la hoja, una sensación de mariposa que revolotea hasta que el cuento se asienta en la rosa del entendimiento haciendo comprender al lector las fragilidades de la vida independientemente de las distancias que nos separen en las formas de pensar y actuar.
Así me ha pasado a mí con este libro. Con Clarice Lispector entre mis manos me siento un hombre con su amante.
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