Los relatos de Filisberto forman parte de la nebulosa de la que partieron
los cometas. Ese fondo de materia en expansión donde tuvo lugar la formación de
esas enormes bolas cuyas colas iluminadas dejan un rastro indeleble en las
generaciones que los leemos en el cielo literario. Esos enormes trazos en el
firmamento llamados García Márquez, Vargas Llosa, Cortazar y tantos otros.
Seguir el rastro hasta conocer dónde confluyó tanta brillantez hace necesario el indagar en las colas que van dejando tras sus entrevistas, sus prólogos, sus discursos ante
los grandes premios. Es ahí donde aparece el origen de sus big bang literarios
y donde aparecen nombres como el de Filisberto, aportado por estos fenómenos
estelares, como explicación a sus Macondos, sus Cachorros y Rayuelas.
Filisberto era uruguayo. Curiosamente, si a él le siguiéramos
su cola en busca de sus orígenes comprobaríamos cómo su nebulosa fue posible gracias
a su abuela de Gran Canaria y a su padre Prudencio Hernández, de Tenerife.
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