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Los viajes de Gulliver. Jonathan Swift



Estaba leyendo en el escalón del zaguán de casa mi madre cuando pasó Abelardo. Aquí leyendo, le dije. ¿Los viajes de Gulliver? se extrañó. Pero… ¿Ese no lo leíste de joven? Sí, le contesté, pero en formato cuento con la típica ilustración de Gulliver atado en la playa de Liliput.
Realmente es ese el recuerdo que casi todos tenemos de este libro. ¿Pero, y del resto de los viajes que hizo Lemuel? Y lo que es más: ¿Qué tiene este libro que explique el que se siga editando? Lejos de lo que pudiera ser pura imaginación, Swift continua vendiendo libros porque siguen habiendo adultos interesados en comprobar cómo se las compuso para escribir un auténtico ensayo, satírico y descarnado, sobre la sociedad de su tiempo (vigentes hoy en día todas las incongruencias vistas por el Rey de Brobdingnag a las explicaciones dadas por Gulliver sobre la vida en Inglaterra) utilizando toda su inventiva para crear mundos en los que solo hace falta cambiar sus ficticias estructuras de convivencia por capas y estamentos sociales actuales (la Academia de Proyectistas Políticos no tiene parangón) y los comportamientos y tomas de decisiones realizados hoy en día por los humanos por discusiones en las más altas esferas para dilucidar en Liliput cómo se ha de partir un huevo.
Una pena que Lemuel Gulliver no hubiera anotado en su diario sus impresiones acerca de los yahoos de Tenerife, donde arribó el 14 de Septiembre de 1710.

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