Eso fue lo que dijo Jerónimo: Ahora me rindo y eso es
todo. Con esta frase, el gran jefe de los Apaches, se puso en manos del
ejército americano para ser conducido desde El Paso, Nuevo México, al estado de
Florida donde fue exhibido. Previamente, esta etnia amerindia ocupó un
territorio al norte y sur de la actual frontera entre México y EEUU. Desde el
estado de Sonora al de Chihuahua, desde Arizona a Texas, los apaches no sabían
de fronteras.
Cuando me regalaron el libro su autor me
resultó conocido. Hace algunos años leí Muerte Súbita, y me encantó. En esta
ocasión se vuelve a disfrutar de la capacidad narrativa en el primero de los
capítulos de los que consta esta extensa novela. La búsqueda de una mujer
raptada por los apaches da pie a la elaborada tensión narrativa así como a la
inclusión de saberes de la cultura apache. El segundo capítulo, siempre bien
narrado, parece más una wikipedia; en él se mezclan posibles notas biográficas
usadas para confeccionar el universo de la apachería con un viaje familiar
del narrador por la geografía desértica en la se movieron los
apaches. En el tercero, el lector se encajona en uno de esos desfiladeros
usados para las emboscadas en el que el lector recibe un fuego cruzado donde
las tres historias no dan tregua.
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