El
Teniente general Antonio Benavides Gonzalo de Molina natural de la Matanza de
Acentejo, todo un desconocido, fue gobernador de la Florida, Veracruz y Yucatán,
salvó la vida de Felipe V en la batalla de Villaviciosa de Tajuña durante la Guerra
de Sucesión. El ilustre isleño, combate la corrupción, hace tratados con las
tribus indígenas, mantiene a raya a los ingleses, aparte de perseguir a piratas,
corsarios bucaneros y filibusteros de los que estaba tan poblado el mar en
aquella época.
La
Cruz de Plata es un libro documentado pero también combina con episodios y personajes que son
fruto de la imaginación del autor. Escribe sobre las abundantes especies de la
vegetación de la inmensa selva americana y menciona la considerable cantidad de
tribus salvajes circunstancia que me resulta curiosa; a nivel insular, cuenta la destrucción de la villa de Garachico por la
entrada en erupción del volcán Trevejo de 1706; sorprendentemente y aunque
resulte inexplicable, no hubo que lamentar desgracias personales. Hace
referencia a los grandes genios de la literatura española y le queda tiempo
para poner poesías de Calderón y Santa Teresa. Era un lector excepcional, por
lo cual su equipaje, está formado principalmente por libros, los cuales tiene
que transportar cuando cambia de residencia. Resulta espeluznante la
descripción de la violación y muy real el posterior alumbramiento; tal es así,
que se llega a escuchar el llanto de la criatura.
Se
pasa muy bien con la lectura llenándome hasta rebosar, a pesar de la extensión,
el libro ha sido una verdadera ricura, que llega a esclavizarte, al emplear un
lenguaje sencillo y claro con prosa abundante que te atrapa. La conclusión es
un poco triste, como no podía ser de otra manera, pues al final de una dilatada
vida para aquella época, regresa a
Tenerife para morir en su isla, estando enterrado a la entrada de la Iglesia Matriz
de Nuestra Señora de la Concepción de Santa Cruz.
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