Es un hecho que a los
rumanos se les da bien el español. España conoció el latín romano a partir del
siglo dos antes de Cristo. La Dacia, Rumanía, lo conoció cuatro siglos después.
Los argentinos han
conservado el “vos” que llevaron los primeros españoles a La Plata. Pero los
siguientes avances idiomáticos llegaban primero a México y a Perú y muchos años
más tarde los asimilaban en la Pampa.
Estos ejemplos y muchos
otros dependen del genio del idioma.
Un genio al que, en palabras
del autor, no le asusta el fenómeno de internet que ha deslumbrado al mundo. La
brevedad, la sencillez, el ahorro de palabras, la ausencia de tildes, la
profusión de abreviamientos, la sintaxis pedestre, el uso de emociconos ya ha
estado presente en la historia del lenguaje. Baste recordar el empleo de la
paloma mensajera, el telegrama y el teletipo tan ahorradores como un wassap; el
tiempo que tardó la imprenta en adoptar todas las posibilidades ortográficas,
el que no se usara la virgulilla sobre las mayúsculas no porque la regla
eximiera de acentuarlas con tilde sino porque se salían de la caja o chocaban
con la línea superior. Las cruces, las equis por un beso o el corazón con una
flecha fueron los primeros emociconos en el encabezado o a pie de carta. Al
final el genio del idioma busca soluciones en las casi cien mil opciones de las
que dispone. Piénsese que hubo un tiempo en el que fue difícil encontrar un
recurso idiomático a hardware y software y hoy no nos acordamos de esas
palabras.
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