Tras haber leído Pan me quedé con hambre de Hamsum. En realidad, Pan no se refiere al obtenido a partir de harina, agua, sal y levadura sino al Dios del Bosque que parece catalizar la vida del teniente Thomas Glahn. Por el contrario Hambre se refiere al hambre física, a la necesidad de llevar virutas de madera en el bolsillo para engañar el gaznate tragando saliva. Pero también se refiere al hambre psicológica ante la infelicidad que vive el personaje. Escritor de poco éxito se mueve entre la gloria creativa, con la que consigue la felicidad gástrica tras el pago que obtiene del director del periódico, y el infierno, cuando las palabras no llegan al papel en blanco y nada tiene que llevarse a la boca.
Puede ser que su lectura, dadas las contradicciones esquizoides en las que entra el personaje consigo mismo resulte incómoda, al vernos reflejados en esas dudas morales que a diario nos asaltan pero Hambre no deja indiferente. No en vano ha sido libro de texto para autores como Thomas Mann, Henry Miller, Herman Hesse, Stefan Zweig, Fran Kafka, Isaac Singer y Paul Auster.
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