La otra mirada empieza con Rubén Darío, y continúa con Juan Ramón Jiménez y Gómez de la Serna. Fueron ellos quienes dieron importancia a lo breve y bueno, a otra forma de concebir la escritura y la lectura para dar rienda suelta a la fantasía, el humor y la posibilidad de experimentación con la palabra.
Un ejemplo: Yo vi matar a aquella mujer. Ramón Gómez de la Serna
En la habitación iluminada de aquel piso vi matar a aquella mujer. El que la mató, le dio veinte puñaladas, que la dejaron convertida en un palillero.
Yo grité. Vinieron los guardias.
Mandaron abrir la puerta en nombre de la ley, y nos abrió el mismo asesino, al que señalé a los guardias diciendo:
-Éste ha sido.
Los guardias lo esposaron y entramos en la sala del crimen. La sala estaba vacía, sin una mancha de sangre siquiera.
En la casa no había rastro de nada, y además no había tenido tiempo de ninguna ocultación esmerada.
Ya me iba, cuando miré por último a la habitación del crimen, y vi que en el pavimento del espejo del armario de luna estaba la muerta, tirada como en la fotografía de todos los sucesos, enseñando las ligas de recién casada con la muerte…
-Vean ustedes –dije a los guardias-. Vean… El Asesino la ha tirado al espejo, al trasmundo.
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