El arte del mando era tratar con
la naturaleza humana, y él había dedicado su vida a aprenderlo. Colgó la espada
del arzón, palmeó el cuello cálido del animal y echó un vistazo alrededor:
sonidos metálicos, resollar de monturas, conversaciones en voz baja. Aquellos
hombres olían a estiércol de caballo, cuero, aceite de armas, sudor y humo de
leña.
No hay comentarios:
Publicar un comentario