Al ser completos, los cuentos, los publicados y los póstumos,
es curioso cómo se puede valorar la evolución de una escritora en su forma de
tratar los textos y en su temática, y al mismo tiempo preguntarse qué ha pasado
para que surja ese cambio.
Los cuentos de 1964, reunidos en La semana de colores son radiantes, llenos de fantasía, fiel
exponente del realismo mágico que aún ni siquiera se había bautizado como tal.
Luego, en 1980, se publica Andamos huyendo
Lola, en el que aparece el relato de una madre y su hija con sus gatos a
cuestas por ciudades como New York, Madrid y un México de ida y vuelta, en el que
los cuentos se vuelven oscurantistas y algo caóticos. 1977 da pie a otra serie
de cuentos, así como 2006 a uno póstumo y a dos más inéditos donde la escritora
no recupera su fantasía pero sí su pluma volandera que lleva al lector por los
vericuetos del cuento.
En su trayectoria cuentista se puede entrever su vida
personal. Al principio como enamorada y esposa de Octavio Paz, premio nobel
mexicano, para luego malvivir dicho amor a su sombra literaria, separarse, no ser bien hallada en su país por sus desavenencias con la política mexicana y acabar exiliada. Actualmente su figura literaria está en alza.
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