Quienes no hemos vivido conflictos bélicos en propia
carne a menudo decimos con mucha frivolidad: "si viniera una guerra verías
tú cómo...". Mejor que no lo haga.
No ha de ser fácil enfrentar la búsqueda
de una madre a sabiendas que se suicidó cuando tenías diez años. Menos aún ser
una madre que disfrutó de una infancia en una familia de bien afincada en
Mariúpol.
Mariúpol está en el mar de Azov. Puerto
que daba salida al carbón y los cereales ucranianos. Luego vino la Revolución y
cada cual entraba en su casa a desvalijar lo que apeteciera. Aquellas riquezas
eran resultado del capitalismo que exprimía al pueblo y pasaron a ser del
pueblo. Más tarde vino la gran hambruna programada por Stalin, el Holodomor,
que padecieron hasta los esturiones de Azov. A renglón seguido vinieron los
nazis y les vendieron lo bien que iban a estar en las fábricas de Alemania
hasta que se dieron cuenta de que eran esclavos de producción armamentística
contra su propio país. La guerra acabó con la entrada de los aliados y los
concentraron en campos más benévolos a la espera de ser repatriados pero Stalin
no los quería pues se habían vendido en contra de los pueblos de los que él era
"el padre". Quienes no pudieron emigrar a América o a Brasil
recibieron poca hospitalidad de los alemanes conforme comenzó su recuperación.
Su madre no aguantó más y decidió
tirarse al río Regnitz, cerca de Nuremberg. Unas pocas fotos y documentos
animan a la autora a conocer sus orígenes.
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