Pensar en Nápoles es pensar en la capital de la
camorra, en una ciudad sucia en la que conducir es caótico y cómo no, en el
origen de la pizza. Para los no futboleros los murales, grafitis, souvenir y hasta
altares de adoración casi religiosa a Maradona, que aún recuerdan la figura del
astro argentino ídolo del equipo local en los 80, pueden parecen extravagantes
para los tiempos que corren.
Excepto de fútbol, el resto de los
aspectos pueden encontrar su justificación en este tratado sobre la ciudad
escrito en 1904. Comienza veinte años antes y describe el estado de la misma y
cómo ese mismo tiempo, en el que se llevó a cabo un gran plan urbanístico para
desatascar la ciudad, todo continuó igual.
Interesante puesta en escena de una
escritora que en varias ocasiones rozó en Nobel de Literatura.
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