Libro algo autobiográfico
donde narra lo que le sucedía al autor cuando se encontraba en la escuela.
Enseguida se dio cuenta de que era un zoquete pues no entendía lo que le
explicaban hasta el punto de que tardó todo un año para aprender la letra a, lo
que hizo que su padre comentara que dentro de 26 años dominaría el alfabeto, en
cambio siendo ya un escritor y divulgador conocido su madre seguía convencida de su zoquetería,
cualidad nefasta que no poseían sus hermanos.
Los padres normalmente ante
la dificultad del aprendizaje actúan como si no pasara nada, pero el problema
persiste. La familia de Daniel optó por ingresarlo en un internado, donde
gracias a tres profesores que impartían lengua, matemáticas e historia despertaron
su amor propio y confianza con lo que pudo abandonar su desesperante lentitud
para adquirir conocimientos. En el internado desaparecía la presión por
aprender surgiendo una energía que podía ser para el aprendizaje mucho más productiva.
No hay ninguna receta pero los tres profesores dieron con la tecla correcta que
hizo que sonara la melodiosa sinfonía del saber solo con su presencia en el
aula.
Con el paso del tiempo
Pennac se convierte en un excelente maestro de lengua y en su libro nos obsequia con extraordinarias ideas
que no tienen el más mínimo desperdicio, basándose en el amor por el alumnado,
la amabilidad, no molestándose por la desesperante lentitud de los alumnos en
aprender, su objetivo es ayudar para que miren la vida con sano optimismo. El
maestro emplea una serie de recursos que compromete al alumno, también los
padres tienen un papel principal en la educación de sus hijos pero por falta de
tiempo o de ganas los dejan abandonados.
El autor se detiene en la
pérdida de valores de esta debilitada sociedad que ha convertido a los
adolescentes en consumidores, pendiente de las marcas para presumir, lo que les
transforma en publicidad viva pero sin que les paguen por ello; así las marcas
le comen el tarro y le arrebatan el dinero. La telefonía móvil tampoco ayuda pues
los padres son los que pagan las facturas y sus hijos piensan que todo es
gratis o viene del cielo.
Emplea palabras para las que
hay que utilizar diccionario, un libro que Daniel consideraba cuando era
pequeño perteneciente al índice de libros prohibidos. El entretenido libro está
distribuido en bloques siendo el V, bajo el lema “Maximilien o el culpable ideal”
el menos interesante por lo que considero algo complicado el mantener la
atención durante toda la lectura.
Para finalizar permitid escribir que mis alumnos decían que se pasaba bien de profesor puesto que haces
lo que te gusta, pagan por ello y además puedes gozar de unas amplias
vacaciones, la verdad que el tiempo transcurría entretenido, apreciando tanto a
los alumnos brillantes como a los inquietos, invariablemente le respondía que
estudiaran, para qué el día de mañana fueran profesores y, me quieren creer si
les digo que algunos lo han logrado; aunque el mundo, no quepa le menor duda,
ha cambiado demasiado y se encuentra muy
achuchado, lo que se estudia en la actualidad es posible que no tenga aplicación
en el futuro.