Nada como Melville en
estas tardes veraniegas de calma chicha, en las que parece que nada sucede, a
excepción del tiempo transcurrido a la espera de que se levante la brisa.
Es esto lo que
ocurrió al capitán del Santo Domingo, Benito Cereno, tras el amotinamiento de
los esclavos que llevaba por aguas del Pacífico rumbo a Lima. Reo de su propio
secreto, su comportamiento ambiguo facilita el no dejar de leer hasta saber qué
está ocurriendo a bordo.
Como curiosidad, en
dos ocasiones se brinda en el camarote con vino de Canarias.
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