Más acá de la transverberación,
de su experiencia mística, de sus arrobamientos y éxtasis para unos, y, más
allá de su histeria o neurosis por lo divino para otros, está Teresa de Jesús, la
escritora.
«Porque estamos en un mundo
que es menester pensar lo que pueden pensar de nosotros, para que hagan efeto
nuestras palabras».
Así, Teresa, escribe a su
confesor el libro de su vida. En él se puede valorar la lucha interior de tipo
espiritual de una mujer que siempre se ve ruin y en pecado delante del Señor,
pero del que recibe dones que la ayudan continuar su vivencia religiosa. Entre
renglones también se puede valorar la lucha por escribir sus ideas de reforma y
sus problemas materiales de mujer, integrada en o enemistada con la sociedad de
su tiempo, en busca del modelo social que ella propone, que se parece poco al
de la época, al tiempo que procura no levantar
ampollas inquisitoriales.
Todo ello inmerso en un
auténtico festival lingüístico de palabras que han perdido su significado, de epifonemas,
elipsis y zeugmas sintácticos, polisíndeton e hipérbatos.
Interesante
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