Cuando leí El adversario,
del mismo autor, quedé encantado con esa forma tan particular de Carrére de
biografiar vidas en el filo de la novela, el ensayo, el libro de historia y la
investigación. En El Reino añade a estos motivos el testimonio personal, la
introspección, con lo que en ocasiones se vuelve filosófico.
En esta ocasión Emmanuel sigue los pasos de san Pablo
a través del evangelista Lucas. No lo he disfrutado tanto. Su primer capítulo
en torno a los años vividos como católico practicante y sus dudas son una
confesión personal. Tienen poco de literario, así como los párrafos en los que
introduce su opinión de los hechos ocurridos treinta años después de la muerte
de Cristo.
Es posible que esperase algo
más fluido.
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