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Zama. Antonio Di Benedetto.


Faltaba luz, por las nubes cerradas, que no cuidaban el cielo, sino el suelo, de tan descendidas. Las palmeras acongojaban sus verdes. El azul toleraba, sin batalla, la corrosiva infiltración del gris. Grávida de humedad, posesiva, la atmósfera había suspendido la vida. Surto en las aguas iguales, sostenía el barco una quietud sin memoria.


A buen lector, sobran comentarios.

La tierra baldía. T. S. Eliot.


La tierra baldía es un poema no muy largo que inserto en Ediciones Cátedra se convierte en un grueso libro. Dada la importancia que por la década de los veinte del siglo pasado tuvo el poema la introducción es extensa. Recrea la vida de Eliot, la sociedad que le rodeó, su europeización anglosajona desde EEUU así como los cambios que provocó en la forma de entender la poesía junto a las influencias de Ezra Pound.

Una primera lectura, hoja a hoja, al contener tanto la versión en inglés como la española facilita la oportunidad de comparar la traducción propia con la oficial. Las referencias con asterisco en múltiples versos aportan  anotaciones del por qué de los elementos empleados en los mismos o que aporta a la segunda lectura connotaciones que le dan mayor dimensión al poema. Una tercera lectura que abarque a la totalidad del poema de un solo tirón permite entender más a las claras la importancia del poema en el panorama poético mundial.

Morir en primavera. Ralf Rothmann.


Tras leer sus primeras páginas la imagen del protagonista, Walter, conduce nuevamente a la portada. Un chico de diecisiete años que es movilizado por el mando alemán en la primavera del cuarenta y cinco. En esas fechas ya era un ordeñador de primera y de pronto se ve inmerso junto con otro compañero de idéntica edad en el repliegue nazi ante el acoso aliado y ruso.

Sus peripecias son contadas por el hijo cuando en el lecho de muerte  de su padre comienza a preguntarse por sus silencios, por el respeto que infunde, por todo lo que desconoce de su persona. Walter tuvo suerte y regresó, no así su amigo cuya muerte siempre llevó en sus silencios.

La vida en ello. Pedro Flores.



Excepto las antologías los poemarios suelen poseer pocas páginas. Una pena. Pero tienen de bueno el que invitan a la relectura. Es tras ella que el lector ha de advertir lo que debe sufrir un poeta para parir unos versos, lo que se ha de estrujar la cabeza para plasmar con un mínimo de palabras la imagen que tiene en mente.
Pedro Flores es uno de ellos. Tiene esa facilidad para hacer de lo cotidiano un canto sui géneris, exclusivo, junto al arte de encontrar expresiones de gran paladar para los gourmets literarios.
Equilibrio de fuerzas
Esta va a ser sin duda una guerra desigual:
A tus cabezas nucleares enfrento mi mente con sus pájaros.
A tu artillería pesada, el peso de mis dudas.
A tus aviones invisibles, mi incipiente miopía.
A tu bayoneta calada, las injusticias que me calan.
A tu bala trazadora, el trazo de una risa.
A tu jerarquía intocable, la charla de compañero.
A tu toque de diana, la guitarra de un amigo.
A tu tierra de nadie, un país de todos.

Como ves el poder de las armas decanta claramente la cuestión a favor de una de las partes, por eso mejor ríndete a tiempo.

Diario (1932 - 1987) Miguel Torga.


Adolfo Correia da Rocha nació poeta en Tras-Os-Montes del Alto Duero, Portugal, ejerció como médico en dicha región y murió poeta en Coímbra. En su Diario deja algunas muestras de sus versos pero sobre todo de su compromiso consigo mismo, con su propia filosofía, la misma que le llevara a ver censuradas sus obras y vigilada su persona por la dictadura de Salazar.

Es lectura para tomar a base de pequeños sorbos. Algunas anotaciones realizadas en unos pocos días son suficientes para impregnar al lector de su ética en cuanto a conceptos como poder y pueblo, religión y sentimientos, Portugal y portugueses así como personajes y hechos que para él merecieron tener mención en sus apuntes.

Una soledad demasiado ruidosa. Bohumil Hrabal.


La soledad la aporta el protagonista. Vive solo y trabaja solo. El ruido es el de la máquina con la que trabaja que no para de prensar las toneladas de papel que convierte en balas dispuestas a ser transportadas en tren para ser vendidas al otro lado del telón de acero. Lo que se convierte en demasiado es la tristeza con la que debe deshacerse de libros y más libros a pesar de poder salvar los títulos de su preferencia y de verse sustituido por jóvenes que con prestancia militar realizan su labor. Su casa se ha convertido en un baúl donde ya no caben más libros hasta el punto que el espacio sobrante ha terminado por configurar su anatomía; su trabajo carece de sentido pues los jóvenes son más eficientes al no tener en cuenta las maravillas que pasan entre sus manos. Una soledad demasiado ruidosa comienza a ser incompatible con la vida.