Los editores de periódicos suelen pedir por navidad a los escritores columnistas de sus semanarios los diez mejores títulos leídos a lo largo de año. También los diez ideales para irse
de vacaciones en verano. Hay quien hace los deberes a fuerza de comentar la
imposibilidad de añadir alguno más o tras esclarecer la pena por no haber
añadido otros en detrimento de los mencionados. Esta segunda opción veraniega
satisface el por qué llegó a mis manos Trans-Atlántico.
Leí hace tiempo Cosmos, del mismo autor, y ya me quedé algo descolocado.
Ahora mucho más.
No dudo que en su día fuera audaz, divertida su escritura y que pusiese a
los polacos patas arriba. Witold llegó a Argentina para no regresar ya que le
pilló la segunda contienda mundial al otro lado del Atlántico. Hoy es un
escritor fuera de catálogo comercial que es reivindicado por quienes cansados
de lecturas impuestas comercialmente optan por algo bien distinto, fuera de la
común. Y tan distinto y fuera que mejor sería incluirlo en uno de esos listados
que encierre lecturas adecuadas para quienes ya no saben qué leer.
Lo curioso del caso es que desde la estantería se pavonea Ferdydurke, del
mismo autor, a la espera de ser leído.
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