Tras leer Plata Quemada, del
mismo autor, y de conocer que Respiración Artificial se encuentra entre las
diez mejores novelas argentinas tenía ilusión por leer de nuevo a Piglia. En
la contraportada, alguna de esas frases atractivas lo hacían presagiar: una
experiencia intelectual que los lectores nunca olvidarán; ¿Cómo enfrentarse a
la Historia? Con todos los artificios de la ficción.
Ha costado mucho leerla. Sus
avances y retrocesos en torno a la figura de Juan Manuel de Rosas, gobernador
de Buenos Aires, sus: dijo Maggi, que le dijo Ossorio y ahora que charlamos te
lo digo; cansan en ocasiones.
En mi caso está claro que
nunca la olvidaré por lo remolona que se me ha hecho, sobre todo cuando
aparecen, como insertos, ya escritos previamente, apuntes sobre literatura y
autores argentinos, filosofía heideggeriana, trozos poco literarios junto a
otro, como el último, mucho más llevadero en torno a una posible conexión entre
Kafka y un joven Hitler en su etapa de pintor frustrado.
Sí que es cierto que los
recursos o artificios de ficción son dignos de valorar, lo que seguro que han
de serlo más por quien escribe que por parte de quien busca una lectura fluida
como la de Plata Quemada.
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