Son tres los octubres que
describe Wolfe. El de 1932, 1923 y 1926 y un abril de 1928. Junto con la
descripción estacional de la naturaleza, tan importante en la dinámica de la costa este de Estados Unidos, expresa el sentir de un joven que muchos lectores
reconocerán también como parte de su propia vida, en los que dibuja todo su
entusiasmo, toda su confusión y todos sus anhelos juveniles (sin saber que
moriría poco después, y aún joven) propios de un lobo solitario que trata de engarzar
con la sociedad en la que vive y que cuando está a punto de formar parte de
ella no encuentra la puerta adecuada para convertirse en uno más.
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