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Una puerta que nunca encontré. Thomas Wolfe.


Son tres los octubres que describe Wolfe. El de 1932, 1923 y 1926 y un abril de 1928. Junto con la descripción estacional de la naturaleza, tan importante en la dinámica de la costa este de Estados Unidos, expresa el sentir de un joven que muchos lectores reconocerán también como parte de su propia vida, en los que dibuja todo su entusiasmo, toda su confusión y todos sus anhelos juveniles (sin saber que moriría poco después, y aún joven) propios de un lobo solitario que trata de engarzar con la sociedad en la que vive y que cuando está a punto de formar parte de ella no encuentra la puerta adecuada para convertirse en uno más.

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