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Alicia en el País de las Maravillas


La propuesta para el primer jueves de diciembre en el club de lectura La Ranilla es una maravilla a la que se le ha dado muchas vueltas, entre ellas la de que para nada es un libro de cuentos infantil. Sin embargo, Carrol, diácono, fotógrafo, matemático y escritor así lo concibió tras ser escrito tras una tarde de paseo en barca por el Támesis en la que contó oralmente la historia a las tres hijas de su deán dándole el primer título de Las Aventuras Subterráneas de Alice.
Las posteriores relecturas a sabiendas de que Carrol era satírico en sus escritos dan a su libro un carácter crítico sobre la época victoriana en la que fue concebido. Para otros su condición de epiléptico y de posible consumidor de estupefacientes para paliar los dolores de artritis facilita el entender los cambios de tamaño de Alicia. Por su parte su dedicación como matemático conlleva al uso que hace de la numerología. Es posible que su lectura en el idioma original no proporcione un mejor entendimiento pero sí un mayor acercamiento al humor inglés, al juego de palabras y al disfrute sonoro de las mismas.

No obstante, es de sobra conocido que Carrol intentó en varias ocasiones buscar ideas de cuentos para niños que pudieran proporcionarle dinero. No es de extrañar tanta interpretación posterior ya que todas ellas están realizadas por adultos. De opinar los auténticos destinatarios de la historia  prescindirían de las segundas intenciones. Ellos disfrutan con la narración y desarrollan su fantasía y no se estrujan la cabeza buscando una doble interpretación. Cuestión ésta, la de buscar raciocinio a la fantasía, facilitada por la castración de la misma años o meses antes de entrar en la pubertad. Tiempo en el que padres y sociedad deja bien a las claras que fantaseando no se llega a puerto alguno, que eso no es cosa de adultos.

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