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El hombre que amaba a los perros. Leonardo Padura.


El de la foto es Liev Davídovich Bronstein. Le gustaban los perros. Sobre todo los borzoi, galgos descendientes de los árabes, usados en Rusia como cazadores de lobos y liebres, siendo perro de compañía apreciado por ser inteligente, orgulloso, leal e independiente. Cazaban en pareja, quizá, por eso, aparecen dos, aunque sean pastores alsacianos los que vemos en la portada, o quizá, por ello, su propietario, León Trotsky, los tuviera en Francia como añoranza de los suyos en su país y durante su destierro por Tuquía. Y, quizás también por ello tuviera dos, su asesino, Ramón Mercader mientras paseaba por Cuba los últimos años de su vida.
Porque de esto va la novela, de hombres que amaban a los perros y del escritor de la historia, veterinario intrusista, capador de cuerdas vocales de los cochinos criados en las casas cubanas para que sus chillidos no delataran a la familia criadora, que les une novelando sus vidas, de tal forma que aporta una visión histórica del descalabro utópico de la URSS convertida en un cementerio de más de veinte millones de proletarios a manos de Stalin; del descalabro del propio Ramón, lleno de ideales comunistas en la contienda civil española que le conducen al asesinato de una de las mayores amenazas para el sueño comunista y del propio escritor que tarda décadas en escribir la historia contada por el propio Mercader cuando paseaba los borzois por una playa caribeña mientras se desmorona la utopía cubana y su propia dignidad como cubano. En medio de todo, la figura de Trotsky, su visión de los acontecimientos, los avatares de exiliado, la pérdida de toda su familia entre esos millones de rusos desaparecidos y la de su propia vida en manos de un español que eligió un piolet, al que recortó su mango, para clavárselo en el cráneo, como símbolo de la hoz y el martillo al que traicionó.


Me ha gustado. Solo en ocasiones la Historia se come a la historia. La realidad de los datos se hace tan densa que enlentece la trama de la novela. Pienso que es lógico. Cuando se prepara una novela de este tipo, el proceso de investigación es tan necesario, que se aprende tanto, que luego ha de ser difícil despreciar algunos datos históricos que han de ser relevantes para el escritor pero que para el lector resultan prescindibles.

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