Buscar título en este blog

Todo lo que tengo lo llevo conmigo. Herta Müller



Hay libros que cuando te cuentan de qué van no suelen gustar de leer pues bastante mal se están poniendo las cosas como para que la lectura nos amargue el rato de placer que dedicamos a ella. ¡Qué necesidad de andar metidos en un tren camino a Rusia desde Rumanía cuando las puertas del vagón de ganado no se abren en días y para alimentar a los que van dentro le lanzan una cabra cadavérica! ¡Qué obliga a seguir leyendo sobre el valor de una cucharada de sal, de un calcetín de lana, de una tapa para cubrir el caldero y así no ver lo que dentro se cocina! ¡Y qué tristeza cuando tras cinco años en concentración los recuerdos han quedado tan sedimentados que incluso en libertad se sigue viviendo en el campo! Sin embargo, a pesar de la dureza de lo relatado, del continuo vuelo del angel del hambre, se sigue leyendo, no solo por decoro hacia aquellos alemanes expatriados al igual que los judíos por el mero hecho de “pertenecer a” sino por los brotes de vida a los que ellos se agarraron para seguir, como lo hace el lector al libro, saboreando esos pequeños regalos primaverales que ofrece la escritora, iluminándolo hacia lo realmente útil, aquello que transportamos debajo de nuestra piel, lo que viene a ser todo lo que llevamos con nosotros, lo único que poseemos, todo lo que realmente nos pertenece.

1 comentario:

  1. Por esos "brotes", efectivamente, leemos, y para que germinen en nosotros; que a veces, las circunstancias que nos rodean y las que creamos, se obcecan en invitarnos a claudicar, a dejarnos llevar, cansados...Pero, si estamos atentos, siempre, algo a nuestro alrededor nos puede disuadir de hacerlo y, pienso, la buena literatura, lo logra.

    Merce

    ResponderEliminar