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La Guaracha del Macho Camacho. Luis Rafael Sánchez



Maria Cristina me quiere gobernar y yo le sigo, le sigo, la corriente porque no quiero que diga la gente que María Cristina me quiere gobernar. Este es el ritmo de una guaracha y es el ritmo sabrosón con el que se lee este libro.
A las cinco de la tarde, un tapón, un atasco en Puerto Rico, provocado por la explosión de una bomba en la universidad, retiene al senador Vicente Reinosa -Vicente es decente y con el pobre condoliente- Vicente es decente y su talento es eminente – Vicente es decente y nació inteligente- camino del apartamento en el que desespera Graciela Alcántara y López de Montefrío, paipai de nácar, brasier strapless, medrosa y recelosa porque no llega su efebo favorecido que la ciñó hasta ceñirle el aire hasta ceñirle los pensamientos, para cambiar sus mimos por plata.
Y señoras y señores, amigas y amigos, que les suelto la atángana, que los convido a que se amarren los cinturones porque cogemos vuelo, que no es lo mismo llamar a la guaracha que verla venir. Porque uno cierra los ojos bien cerrados y cuando viene a ver berrea de la contentura y de la altura a que lo ha encampanado esta ópera en tiempo de guaracha que es la guaracha del Macho Camacho, y que dice: La vida es una cosa fenomenal lo mismo pal de adelante que pal de atrás.

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