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Cárdeno adorno. Katharina Winkler.



Si al título unimos a una joven de trece años que se deja raptar por su novio para evitar el modelo de vida que su padre, en un pueblo turco cerca de Armenia, hace vivir a su madre y a todos sus hermanos y hermanas, es de entender la temática a través del título.
En una sociedad en la que el honor del padre es la máxima del patriarca los adornos femeninos se convierten en cárdenas pulseras y collares, en el imperativo de llevar la mirada al suelo para no provocar celos e ir tapada para ocultar los cárdenos verdugones en cualquier parte del cuerpo. A ello hay que sumar las violaciones anteriores y posteriores en función del prurito fisiológico del macho alfa  de la manada.
Y sin embargo, hay un ramalazo de poesía en esa forma de contar a base de relatos cortos a pesar de que la historia se repite en casa de la madre del novio, tras el casamiento y la salida migratoria hacia Austria, a pesar de los tres hijos y de la escasez de alimentos y las condiciones insalubres de las viviendas.
Y es que al final una novela que pareciera la autora ha exprimido hasta el máximo, en cuanto al uso y las formas de violencia doméstica, se convierte en un hecho real.

Intemperie. Jesús Carrasco.



Realmente el título está que ni pintado. Pues la historia no solo ocurre a la intemperie de secarrales, páramos y espacios abiertos a la noche infinita sino que también lo está a la intemperie de los sentimientos humanos, aquellos que mueven la simple subsistencia y el querer salir de ella. Pero el autor hace algo más, provoca que el lector también viva la lectura a la intemperie a pesar de hacer la misma desde un cómodo sofá o desde su cama.

MAL DE ESCUELA (ll). Daniel Pennac


Libro algo autobiográfico donde narra lo que le sucedía al autor cuando se encontraba en la escuela. Enseguida se dio cuenta de que era un zoquete pues no entendía lo que le explicaban hasta el punto de que tardó todo un año para aprender la letra a, lo que hizo que su padre comentara que dentro de 26 años dominaría el alfabeto, en cambio siendo ya un escritor y divulgador conocido su madre seguía convencida de su zoquetería, cualidad nefasta que no poseían sus hermanos.
Los padres normalmente ante la dificultad del aprendizaje actúan como si no pasara nada, pero el problema persiste. La familia de Daniel optó por ingresarlo en un internado, donde gracias a tres profesores que impartían lengua, matemáticas e historia despertaron su amor propio y confianza con lo que pudo abandonar su desesperante lentitud para adquirir conocimientos. En el internado desaparecía la presión por aprender surgiendo una energía que podía ser para el aprendizaje mucho más productiva. No hay ninguna receta pero los tres profesores dieron con la tecla correcta que hizo que sonara la melodiosa sinfonía del saber solo con su presencia en el aula.
Con el paso del tiempo Pennac se convierte en un excelente maestro de lengua y en su  libro nos obsequia con extraordinarias ideas que no tienen el más mínimo desperdicio, basándose en el amor por el alumnado, la amabilidad, no molestándose por la desesperante lentitud de los alumnos en aprender, su objetivo es ayudar para que miren la vida con sano optimismo. El maestro emplea una serie de recursos que compromete al alumno, también los padres tienen un papel principal en la educación de sus hijos pero por falta de tiempo o de ganas los dejan abandonados.
El autor se detiene en la pérdida de valores de esta debilitada sociedad que ha convertido a los adolescentes en consumidores, pendiente de las marcas para presumir, lo que les transforma en publicidad viva pero sin que les paguen por ello; así las marcas le comen el tarro y le arrebatan el dinero. La telefonía móvil tampoco ayuda pues los padres son los que pagan las facturas y sus hijos piensan que todo es gratis o viene del cielo.
Emplea palabras para las que hay que utilizar diccionario, un libro que Daniel consideraba cuando era pequeño perteneciente al índice de libros prohibidos. El entretenido libro está distribuido en bloques siendo el V, bajo el lema “Maximilien o el culpable ideal” el menos interesante por lo que considero algo complicado el mantener la atención durante toda la lectura.
Para finalizar permitid escribir que mis alumnos decían que se pasaba bien de profesor puesto que haces lo que te gusta, pagan por ello y además puedes gozar de unas amplias vacaciones, la verdad que el tiempo transcurría entretenido, apreciando tanto a los alumnos brillantes como a los inquietos, invariablemente le respondía que estudiaran, para qué el día de mañana fueran profesores y, me quieren creer si les digo que algunos lo han logrado; aunque el mundo, no quepa le menor duda, ha cambiado  demasiado y se encuentra muy achuchado, lo que se estudia en la actualidad es posible que no tenga aplicación en el futuro.

La canción de los vivos y los muertos. Jesmyn Ward.



La cuenca sur del Mississippi siempre ha dado buenos novelistas. Baste recordar a Faulkner o a Eudora Welty. Sus historias, a pesar de estar bañadas por el propio río tienen escasos brotes verdes y cuentan la vida tal cual es, nómada, negra, algodonosa, con conexiones místico religiosas allegadas desde África y el Caribe.
En este caso, la trama es bien sencilla. Mujer negra va, con sus hijos, a prisión a recoger a su esposo blanco al ser puesto en libertad. Él es familiar de quien matara a su hermano en una apuesta de caza. Los padres de él nada quieren saber de la pareja. Los de ella sí. El hijo hace de padre madre de su hermanita. La madre trapichea con droga. Una historia que se presenta como de lo más normal en esas tierras; una historia en la que sobrevuela el espíritu del asesinado y la escasa vida de una abuela que languidece de cáncer, una historia propia de esa América que no viven quienes solo han pisado Nueva York.

El vientre de Nápoles. Matilde Serao.



Pensar en Nápoles es pensar en la capital de la camorra, en una ciudad sucia en la que conducir es caótico y cómo no, en el origen de la pizza. Para los no futboleros los murales, grafitis, souvenir y hasta altares de adoración casi religiosa a Maradona, que aún recuerdan la figura del astro argentino ídolo del equipo local en los 80, pueden parecen extravagantes para los tiempos que corren.
Excepto de fútbol, el resto de los aspectos pueden encontrar su justificación en este tratado sobre la ciudad escrito en 1904. Comienza veinte años antes y describe el estado de la misma y cómo ese mismo tiempo, en el que se llevó a cabo un gran plan urbanístico para desatascar la ciudad, todo continuó igual.
Interesante puesta en escena de una escritora que en varias ocasiones rozó en Nobel de Literatura. 

La isla. Giani Stuparich



Lectura dura. Los silencios entre un padre e hijo ante los últimos días del primero. El joven acude al llamado del padre para ir juntos a la isla donde vivieron sus infancias. El hijo baja de las montañas, airoso, jovial, verde, lleno de brisa de la vida. El padre quiere abandonar la ciudad para buscar en la isla gastar sus últimas fuerzas en pescar y recordar.
Lo más llamativo de la obra, un relato largo o novela corta son los silencios. Cuando esos silencios se han compartido las palabras sobran.