Escribe sobre la mujer dando
una serie de características y peculiaridades, agrupándolas en el grupo catalán
y vascongado que tiene cierta analogía aunque distinga a las eúscaras en
fogosidad político-religiosa. El grupo andaluz y madrileño prepondera el
elemento semítico o africano. La mujer de la meseta central es una fusión de la
sangre celta con la sangre ibera y tiene puntos de contacto con la gallega y la
vascuence. El territorio céltico Asturias y Galicia produce una mujer que forma
con la eúscaras perfecto contraste. La mujer galaico-asturiana es de tierno
corazón, a la que no le quita el sueño la política. No hace mención a la mujer
canaria a pesar de la relación
sentimental con don Benito Pérez Galdós.
La mujer del siglo XVIII era
rezadora, dócil e ignorante. Vestía angosta y su único lujo eran las medias de
seda. El hombre no se conforma con que evolucione la mujer, para el español el
ideal femenino no está en el presente sino en el pasado. Las damas aristocráticas
se consagran al hogar y a la educación de sus hijos, bastantes ocupan su vida
en la caridad o la devoción y alguna muestra interés por la literatura, el arte
y la ciencia. La educación que recibe las señoritas de la nobleza es floja y extranjerizada;
floja porque no se basa en estudios sólidos, y extranjerizada porque el
personal ha de venir de Francia, Alemania o Inglaterra. En la clase media o
burguesía tiene cabida desde la mujer del industrial que no es aristocracia
hasta la mujer del militar que no es pueblo. La mujer funda su esperanza en que
tengan carrera sus hermanos y tener cuatro trapitos para presentarse de manera
decorosa a ver si encuentra marido que resuelva la situación, por más que hay
hombres partidarios de la ignorancia de la mujer, la mayoría va prefiriendo que
sea algo educada, pues se sonrojaría que su esposa no supiera leer ni escribir.
En cuanto a la honestidad de la burguesa española son fieles a sus maridos.
El hombre es diametralmente
opuesto a la mujer. Físicamente al varón se le recomienda ejercicio para
mejorar el cuerpo, a la mujer sólo durante la juventud. En el terreno moral el
hombre desarrolla una serie de cualidades como valor, dignidad, firme
independencia que se combate en la mujer exaltando su honestidad. En el terreno
religioso si bien el cristianismo parte de la consideración de igualdad, la
iglesia ha descuidado ese principio en favor de los varones.
Doña Emilia (1851 – 1921)
pasó la mayor parte de su vida luchando pacíficamente contra la desigualdad y
la injusticia entre hombres y mujeres. Ve en la pobre educación el origen de la
incapacidad para tomar conciencia de la situación y actuar en consecuencia. Las
mujeres deben de acceder libremente a cualquier profesión. Denuncia el injusto
trato que la sociedad infringe a las mujeres lo que explicaría el retraso de
España con respecto a otras naciones, y se indigna de la falta de sensibilidad,
lo que le hace pensar que el cambio solamente vendrá de las propias mujeres. Se
encuentra comprometida con << la cuestión de la mujer >> y se vale
de su pluma y su prestigio para pedir la igualdad entre los sexos. Se define en
1915 como <<radical feminista >> pidiendo que la mujer tenga los
mismos derechos que el hombre. Su escritura es muy profunda, aunque para su
insatisfacción personal nunca pudo formar parte de la Real Academia Española.
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