La batalla de Somme es la batalla de
las trincheras, de los primeros carros de combate, de la artillería incesante,
del barro, de los poetas de la guerra, del cráter de la mina de Lochnagar, en
La Boiselle, (vale la pena copiar y trasladar a Google para verlo) de los
muertos por doquier de uno y otro bando (más de un millón). La batalla es recordada principalmente por su primer
día, 1 de julio de 1916, en el que los británicos
sufrieron 57 740 bajas, de las cuales 19 240 fueron mortales.
Constituye la batalla más sangrienta en la historia del ejército británico.
No es de extrañar que sabiéndose muertos por la espalda si intentaban
regresar, o en el pecho por el enemigo, se constituyesen grupos de soldados de
varias nacionalidades que vivieron en tierra de nadie, a la espera de una
oportunidad para desertar. Algo más de trescientos de ellos fueron fusilados
por el ejército inglés al ser apresados tras su deserción.
De uno de ellos, de Albert, trata esta novela. Más bien del epitafio que
su padre inglés ordenó escribir en su tumba que se encuentra en uno de tantos
cementerios como hay en esa región de la Picardía. Hasta allí se dirige
Joaquín. Su historia, la razón de llegar hasta la tumba, se mezcla con su vida
personal en España y la de su familia que logra encontrarlo entre cementerios.
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