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Las uvas de la ira. John Steinbeck.



Son las uvas, pero bien podrían ser las naranjas, los melocotones, las lechugas o las zanahorias. Es la década post Gran Depresión coincidente con el Dust Bowl.
En California crece de todo y hace falta mano de obra. Así lo atestiguan los miles de panfletos que llegan a los otros estados, como el de Oklahoma. Allí, los arrendatarios son expulsados de sus casas. El trabajo a mano es suplido por el de los tractores. La ruta 66, que une el centro sur de EEUU con la costa oeste, se va llenando de coches y camiones con familias y enseres a cuesta en busca de un lugar donde acampar para sortear las montañas y el desierto hasta dar con la tierra de promisión.
Al llegar se encuentran que son tantos que han de trabajar por algo de comida si no quieren que sus hijos mueran de hambre. La demanda es estacional, la oferta se acaba tan rápido (uvas, algodón, naranjas) que los sueldos bajan continuamente.
Los Joad han de tomar una decisión: formar parte de esa avalancha humana. Para ello Steinbeck usa capítulos en los que relata el polvo, la tierra roja que se levanta por el viento, junto con otros en los que la familia se pone en marcha y cómo va perdiendo unidades por el camino, así como las dificultades para encontrar trabajo y el ser considerados despectivamente como Okies.
Pero también emplea capítulos en describir el por qué se esos panfletos, la avaricia empresarial por ganar sin escrúpulos, la quema de la fruta cosechada para controlar los precios, la falta de previsión, el ser etiquetado de rojo todo aquel que no se conformase con tan míseros sueldos. Es por ello que la novela levantó mucho polvo en la sociedad norteamericana cuando fue publicada en 1939.

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