Son nueve las vidas
recogidas por la autora tras preguntarse por qué todas las voces de
supervivientes a los gulags (campos de concentración soviéticos) explican la
vida masculina en los mismos. Con esa idea buscó mujeres que dieran su versión.
Para algunas de ellas una
experiencia útil que le ayudó a vivir la verdadera dimensión del ser humano
hasta el punto de sentirse satisfechas de la experiencia. Para otras una
vivencia innecesaria y extremadamente dura no solo por las bajas temperaturas
sino por el trabajo en la tala de árboles, solo por tenerlas ocupados hasta el
punto de desear días a menos 25-30º en lo que estaba prohibido salir al campo a
trabajar.
En todas ellas, el haber
sabido mantener una cierta actividad cultural en los barracones a base de
recitar poemas, leer libros y crearlos con el poco papel existente, fue un
acicate para la supervivencia.
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