La broma infinita es una
película de vídeo. Para el traductor es un cartucho de entretenimiento. Tiene
una particularidad: todo aquel que lo visiona se queda enganchado, catatónico,
lelo; le sucede exactamente igual a quien venga a apagar la pantalla, a la
policía que acude al aviso y así hasta que a alguien, antes de mirar las
imágenes, se le ocurra “quitar los plomos” y corte el fluido eléctrico.
Fue realizada por uno de los
miembros de una academia de tenis que se ubica geográficamente cercana a la
frontera americana canadiense por lo que bostonianos y quebequeses se disputan
conseguir la única copia.
A lo largo de sus mil
doscientas páginas se puede disfrutar de un excelente intercambio de partidas
de tenis literario y de la vida competitiva en dichas academias para lograr
insertar sus alumnos en los circuitos. También del uso de drogas por parte de
los alumnos con una cantidad de referencias farmacológicas y formas de drogarse
que suponen un auténtico vademécum, con varios centenares de notas en el
apéndice, así como de experiencias vividas dentro de las asociaciones de
alcohólicos propias de quien las ha vivenciado en propia persona.
Un brillante retrato de la
sociedad americana propio de un lumbrera inadaptado que puso fin a su vida con
cuarenta y seis años.
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