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La ópera flotante / El final del camino. John Barth.


Dos novelas. Las primeras de Jonh Barth. Muy distintas entre sí pero con tres aspectos comunes. El triángulo amoroso, el que sea el marido quien abone su propia cornamenta y el suicidio.
Ambas con un enfoque filosófico impregnado por sus lecturas previas, de Sartre y Camus, en el que se fusiona un fatalismo existencialista y un nihilismo con buenas dosis de humor.

En la primera de la mano de abogado treintañero y en la segunda de un joven profesor tratado por un extraño doctor y sus raras propuestas de curación.

República luminosa. Andrés Barba.


Al leer la contracubierta del libro me vino a la memoria una película de 1976 dirigida por Narciso Ibáñez Serrador titulada: «¿Quién puede matar a un niño?», que a su vez está basada en la novela «El juego de los niños» de Juan José Plans. En la película el argumento se desarrolla en una localidad del Mediterráneo. La República Luminosa tiene lugar en una ciudad lindera a la selva. Esta particularidad envuelve la vida de la ciudad de San Cristóbal en «El corazón de las tinieblas», de Joseph Conrad, tras la aparición de treinta y dos niños en sus calles que acaban realizando un acto de violencia. La población es consciente de su presencia, de lo peligrosos que se están volviendo (¡pero si son niños!), hasta que sus crímenes obligan a replantearse las ideas de orden y seguridad y organizar su búsqueda y captura.

LOS AMORES PERDIDOS. Miguel de León



El libro de Miguel de León me lo regalaron hace tiempo, pero permanecía en uno de los anaqueles de mi biblioteca en posición horizontal. Me infundía mucho respeto atrayéndome la calidad de la portada y distanciándome su grosor de más de 600 páginas.
Es la historia de un gran amor silencioso entre Arturo y Alejandra, dos familias irreconciliables, los Quiner y los Bernal, y un pueblo que tiene a orgullo el cuidado de sus ancianos; la  acción transcurre en el Terrero, pueblo canario de ficción, y en Nueva York lugar donde acude Alejandra a completar su formación cuando es amablemente rechazada por su marido, puesto que este no quiere traicionar sus principios.

Los amores perdidos será comentado por el autor en la próxima reunión en el Club La Ranilla. O sea, que tocaba leerlo. Si hubiera buscado información puede que lo habría leído antes, pues aunque cueste creer no tiene ni una sola opinión desfavorable; o, quizá no lo hubiera leído, para tenerlo como un apreciado tesoro. Dividido en tres partes, cada una podría ser un libro independiente. Miguel escribe con una narrativa impecable es como si abriera un imaginario grifo y salieran fácilmente las palabras sin ningún esfuerzo, formando largas frases. Posee la rara virtud de que te engancha, una vez en ello, lees por el día, lees al amanecer y lees queriendo saber qué es lo que ocurrirá. Todas las opiniones de lectores lo ponen por las nubes porque no pueden ir más arriba. Las descripciones son muy elaboradas y pormenorizadas, “una verdadera maravilla”, siendo capaz de hacerte zambullir en la época que describe, pues parece que se encuentra uno sumergido en plena posguerra. La tercera parte me llega a emocionar, será cuestión de edad; se pasa un  rato entretenido  que es lo que Miguel pretende y consigue. Con toda sinceridad, lo volvería a leer sin dudarlo, pues me gusta un libro que trata sobre lo que le pasa o podría pasar a las personas, y si además, está  escrito con una prosa inmaculada como es el caso, mucho mejor.

Una danza para la música del tiempo: Primavera. Anthony Powell.


Anthony Powell, para Inglaterra, viene a ser lo que Marcel Proust para Francia. Una danza para la música del tiempo el equivalente a En busca del tiempo perdido. Los siete volúmenes de los que se compone la obra del francés, al cruzar el Canal de la Mancha, se convierten en doce, solo que agrupados de tres en tres, resultando cuatro libros que siguen el curso de las estaciones.
En Una danza para la música del tiempo: Primavera, con una exquisita pluma, no falta de humor inglés, Powell comienza las andanzas de su protagonista con Un problema de formación universitaria durante los inicios del siglo pasado, en la década de los veinte. Luego, en Un mercado de valores, egresados de las aulas, muestra cómo cada cual va acomodando sus vidas. En la tercera novela, El mundo de la aceptación, describe los inicios en la madurez de todos ellos durante la crisis mundial previa entrada en la década de los treinta.

En general, nadie duda de la calidad de estos dos escritores para recuperar de su memoria y plasmar por escrito ese tiempo perdido. Reconozco haber leído El camino de Swann, de Proust, tal y como alardea un gran número de lectores para dar a entender que leen literatura, pero no he ido en busca de los otras seis novelas. He de confesar que similar futuro tiene las otras tres estaciones de Powell.