Ya lo dice
el propio Huidobro: el valor del lenguaje de la poesía está en razón directa de
su alejamiento de lenguaje que habla. El lector corriente no se da cuenta de
que el mundo rebasa fuera del valor de las palabras, que queda siempre un más
allá de la vista humana, un campo inmenso lejos de las fórmulas del tráfico
diario.
Como lector
corriente asumo la conducción lectora a través de un diez por ciento de ese
campo inmenso por el que discurre la palabra del poeta Huidobro lejos del
tráfico diario. Aunque solo haya sido ese porcentaje vale la pena disfrutar con
su poesía. Sobre todo cuando el lector oye las mismas voces que el poeta, esas
voces secretas que se lanzan unas a otras palabras separadas por distancias
inconmensurables donde el lenguaje se convierte en un ceremonial de conjuro y
se presenta en la luminosidad de su desnudez inicial ajena a todo vestuario
convencional fijado de antemano.
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