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Ya lo advierte la carátula posterior: Las palmeras salvajes no es una novela sino dos. Con la particularidad de estar físicamente interpuesta la una con la otra y no tener nada que ver entre ellas. Así, a un capítulo de Las palmeras salvajes, que trata de una tortuosa historia de amor, le sigue otro de El viejo, en la que un penado regresa a su cárcel tras haber saboreado más de un mes la libertad. No hay forma de hilar la una con la otra: en Las Palmeras se cierne la lucha moral ante el aborto, en El viejo la lucha por no abandonar a una mujer y su recién nacido. Sin embargo, conforme avanza la lectura, la conexión es patente pues a pesar de que los personajes, las ubicaciones en las que se desarrollan ambas historias y las tramas nada tienen en común es el sentimiento que embarga al lector el que conecta ambas novelas.

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