Gottland es el museo dedicado a Karel Gott. Un
embajador de su país al igual que lo pudiera ser Julio Iglesias. Más de
cuarenta premios, año tras año, como Ruiseñor de Oro.
Pero también se refiere a la tierra de Gott, la
Checoesloquia del Febrero Victorioso en 1948, que sumió al país en más de
cuarenta años soviéticos. Se refiere a su vez a la Primavera de Praga, que en
1968, de la mano de Dubček, miró para occidente sin permiso.
Para ello traza un recorrido psicosocial por el país
al aprovechar la emprendedora familia Bata. (Y yo que seguía en la idea de que
cuando mi madre me llevaba a la calle de Las Tiendas, a doña Lola la de Bata,
para comprarme unos zapatos, acudía a la tienda de doña Lola, la mujer de don Bata).
Familia que creó empleo y hasta ciudades en Brasil, India y Canadá al
aprovechar el modelo de ensamblaje del automóvil de Ford, aunque no el derecho
a la huelga. También aprovecha para retratar el humor checo al usar el monumento más grande
jamás construido a Stalin o a la actriz Lída Baarová que enamoró a Goobbels,
jefe de propaganda nazi, así como al grupo de rock The Plastic People of the
Universe que trajo de cabeza a las autoridades checas por los 70-80.
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