Trata de la educación desde
el punto de vista de lo malos alumnos, lo que cuando yo era pequeño se llamaba
zoquete (alguien que tarda en comprender). El autor necesitó un año en aprender
la letra a, lo cual le hizo comentar a su padre que dentro de 26 años podría
dominar la lectura. Personalmente creo que fui un alumno normal en absoluto un
buen alumno debido a problemas de despiste, aspecto que también considera el
libro .Mi madre me alentaba diciendo que estudiara para “el día de mañana” y mi
padre me decía que “para mi hacia” Estas frases no se las he podido decir a mis
alumnos, pues por lo visto el mañana ha desaparecido. Solo existe el presente
la política y el pasteleo. Lo que no era, un alumno insolente o maleducado; mi
falta de entendimiento la suplía estudiando y esforzándome, aunque no siempre
alcanzaba brillantes objetivos, no obstante estoy conforme adonde he llegado.
Coincidiendo con la llegada de mis dos hermanos (le llevo once años a mi
hermana y doce a mí hermano), tuve una media crisis que me hizo enfermar
pasando un año en reposo y no pudiéndome matricular en el 2º Curso de
Bachillerato. Tenía una tumbona y me infle a pastillas, en realidad no más de
las que tomo en la actualidad. Al año siguiente pude continuar con los estudios,
pero, cuando me daban las notas nunca veía la ocasión para que mi padre me las
firmara. Lo pasaba francamente mal cuando llevaba algún suspenso Después de la Revalida
de 4º Curso de Bachillerato el panorama
mejoró. Al llegar a Preuniversitario me alegraba mucho cuando llegaba a
entender algo de lo estudiado, sobre todo si era de Física o Matemáticas, diciendo
para mi interior “lo entiendo” o “se me
ha encendido la bombilla”. Al acabar el Preu como veía que no había mucho
dinero en mi casa, tuve la feliz idea de decirle a mi padre que no seguía
estudiando, decisión que admitió pero que le sentó como una patada en la boca
del estómago, me puse a trabajar en una litografía propiedad de un tío
político. Aguanté un año al final del cual le dije a mi padre que volvía a
estudiar, optando por Ciencias Químicas en la ULL, en realidad era lo único que se
podía estudiar, una vez terminada la licenciatura (1970), comencé a dar clases
de Matemáticas en la SD de Los Realejos dependiente de IES Viera y Clavijo de
La Laguna. La primera semana de clase fue decepcionante, pensando dejarlo, pues
suponía que los chicos me tomaban el pelo, lo bueno que he tenido ha sido la
capacidad, que nunca he perdido de identificarme con el alumno, recordando
cuando estudiaba, reconociendo las dificultades que algunos tienen..
En un viaje de fin de curso
a Lanzarote había un alumno llamado Pedro que tenía dificultades con las Matemáticas, no así con la convivencia
ni con su guitarra, se desenvolvía a las mil maravillas, en cambio otros buenos
alumnos eran como personas, un verdadero desastre.
Cabe mencionar a un profesor
del Instituto A. de Betancourt que
opinaba que cierta alumna era una burra, casi la suspende con una nota de 4.5,
gracias a que los compañeros le protestaron pudo examinarse de la Prueba de Selectividad.
Al pasar los años me encontré con ella, le pregunto que como le iba,
comunicándome que era Inspectora de Farmacia y que había sacado 22 M.H. en la carrera. ¡casi nada! y había
sido calificada de burra. Pensándolo con detenimiento el profesor llevaba razón
puesto que hay que ser una verdadera burra para tener un expediente académico
tan brillante. No sé qué opinión tendrán de mi los alumnos, tampoco quisiera
saberla para no entrar en depresión, pero siempre he procurado ir hacia arriba nunca
he pretendido hundir a nadie. Supongo con toda seguridad, que más de alguno se
habrá sorprendido con la calificación que obtuvo. Recuerdo en una ocasión aprobar a un alumno que no
llegaba al aprobado pero que había asistido durante el curso a todas las clase.de
la asignatura, pues en aquella época era obligatorio pasar lista diariamente. He
procurado no equivocarme con la calificación casi siempre redondeando hacia
arriba.
Lo he pasado muy bien dando
clase a chicos y chicas, chavalas y chavales con su energía, su optimismo y
también con sus dosis hormonales .Me he reído se han reído y me he maravillado
a pesar de lo complicado de este mundo
juvenil. Creo que no pasaba un día que no nos riéramos en clase ante cualquier
situación. Cuando opinaban que cuánto bien vivían los profesores con las clases,
las vacaciones y el dinero que les pagaban, siempre le contestaba lo mismo: si
tan bueno era, podían hacerse profesores estudiando y todo quedaría
solucionado. Nunca me he quejado de la profesión que elegí donde lo he pasado
requetebién..
Me doy cuenta que no he
escrito mucho del libro y si de la escuela pero me siento bien, termino con una
frase que bien podría ser enmarcada:
“Saber a cambio de trabajo,
conocimiento a cambio de esfuerzo, vaga promesa de porvenir a cambio de una
plena presencia escolar”.
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