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Correr. Jean Echenoz
Correr es un libro tan fácil de leer como correr. Cuestión de adelantar un pie delante del otro a la velocidad suficiente para que ambos se encuentren en un momento dado en el aire (de no ser así se habla de marchar) Y se puede leer de una sola atacada, como una maratón, ya que entre márgenes, tamaño de letra y sus ciento cuarenta páginas, se va entre las manos como quien disfruta de los seguidores de Filípides por la tele aunque al lado te digan que no sabe el interés que pueda despertar unos deportistas que solo corren o qué puedes encontrar en horas de lectura teniendo unos programas de televisión tan entretenidos. También se puede leer por series, gracias a sus capítulos cortos, dejando cierto tiempo entre uno y otro para reposar la historia. Historia que no es otra que la de Emil Zatopek, corredor checoslovaco a quien, al igual que ocurre con el leer, poco le interesaba la actividad física pero una vez probó ya no paró de correr tal y como lo hace la narración en la misma pista de atletismo donde se desgranan los dieciocho record mundiales obtenidos, y de forma paralela el uso que de ellos le supuso tales éxitos detrás del telón de acero llevándole a escalar el escalafón militar a golpe de éxito mundial y tras apoyar la apertura hacia Europa de Dubcek le facilitó el acabar como basurero pero viendo el apoyo popular que recibía por las calles le convirtió en geólogo, haciéndole cavar agujeros para poner los postes de la luz.
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