Güiraldes relata la vida del gaucho, siempre errante y
a lomos de su caballo. Lo hace tal y como habla, con sus: ansinas, güeno,
ajuera; de tal forma que en ocasiones pareciera leerse al modo antiguo canario.
No habrá sido vida fácil la del gaucho a tenor de las
vicisitudes vividas por el protagonista que ya en la pubertad abandona a sus
tías para encontrar en Don Segundo su mentor y protector. Aparecen así todo
tipo de suertes propias de la vida del resero que conforme avanza en su
narración se vuelve algo tedioso como lo ha de ser el cabalgar por tan inmensas
planicies.