Diario que ayuda al
protagonista a comprender su vida al centrarse en aquel verano que compartió
con su madre tras ser diagnosticada de cáncer. Una dolorosa puesta en escena de
las consecuencias de las relaciones familiares por parte de un enfermo psíquico
que como bien expresa no está loco sino que tiene un genio delirante ya que se
ha hecho rico con los cuadros pintados evocados por imágenes de aquel periodo
en el que ayudó a su madre.
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El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes. Tatiana Tibuleac.
Estoy solo. Beyrouk.
Soliloquio de un periodista que se ve atrapado en una
revuelta yihadista en un país africano.
Desde la habitación que le sirve como refugio observa
lo que ocurre en las calles y evoca los por qué ha llegado esa nueva barbarie a
la zona. Cómo es que amigos suyos han acabado abrazando la nueva religión, el
fundamento escrito de la misma y cómo él mismo desde su atalaya informativa al
servicio de los poderes anteriores contribuyó a la corrupción que ahora combaten
quienes imponen el burka, prohíben el fútbol y el fumar.
Una visión, escrita desde el Sahara que ayuda a comprender el comportamiento humano al tiempo que pone en valor las letras de otros rincones geográficos desconocidos literariamente.
Las visiones de Lucrecia. José María Merino.
Lucrecia es una adolescente que sueña. Sus sueños se
los cuenta a su confesor y de la interpretación de los mismos nace una profeta
que augura el desastre de la Armada Invencible. Se teje así su carrera
meteórica hacia la fama hasta el punto de tener su propio amanuense encargado
de escribir el significado de las visiones y de crearse en torno a ella una Congregación
con visos a crear un nuevo mundo. Hasta
que Felipe II dice basta y todo el poder de la Santa Inquisición cae sobre ella
y comienza su descenso entre cárceles y oficios con el sambenito como futuro.
Lo cierto es que más allá de lo novelable Lucrecia de
León existió y sus profecías fueron objeto del Santo Oficio.