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El único final feliz para una historia de amor es un accidente. J. P. Cuenca.


Los días del padre facilitan este tipo de sorpresas. En una mano el último de Llosa, Cinco esquinas, barrio limeño; en la otra, este con ese pez fugu tan mortal y sabroso a un tiempo. Sabedor de mis preferencias gastrolecturalias al margen de la oficialidad eligió el título más largo.
Aunque Fujimori suene japonés y usara el poder de la información y prensa amarilla como versa en Cinco Esquinas, nada tiene que ver con la ambientación nipona de esta novela en la que un padre poeta controla la vida de su hijo. No tiene suficiente con adquirir una muñeca robótica de altas prestaciones a la que insertarle las cenizas de su mujer en el interior y vivir en su torre de marfil, sino que trata de desestabilizar la propia relación amorosa de su hijo al conocer a su novia a través de la trama de escuchas y vídeos que le son facilitados. Un amor turbulento en una gran ciudad con el ojo del gran hermano de su padre controlándolo todo y la perversión humana solo puede acabar en accidente.

Adolf. Osamu Tezuka.


Adolf es un cómic de dos tomos que narra la vida de tres Adolf. La de Hitler y la de dos jóvenes muy amigos que viven en Kobe, ciudad nipona. Uno, hijo de japonesa y padre diplomático alemán con dedicación al espionaje y, el otro, japonés de familia judía. Entre los tres unos papeles a proteger que aseguran la impureza racial aria de Hitler y un periodista que cuenta su propia historia que a modo de pieza de puzle encaja con los tres Adolf a lo largo de los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial y la creación del estado de Israel hasta la formación del grupo terrorista Septiembre Negro.
Ofrece una visión a una escala mayor de la centroeuropeista más cercana -con el trasfondo de cada una de las historias particulares de sus protagonistas envueltos en la defensa de sus ideologías- en el devenir de los intereses del eje Berlín - Tokio, los de Japón con la Manchuria ocupada a Rusia y China, los de EEUU y su conocimiento del ataque a Pearl Harbor e incluso el intento de intervención franquista allá por 1945 ante la ocupación de Filipinas.

Una forma de acercarse a la historia de forma dinámica, entretenida y a explorar como recurso de conocimiento.

(Curiosamente, al margen del contenido de la lectura, para quienes sean unos sibaritas de la carne de más alta calidad del mundo por el sabor que proporciona su veteado graso marmóreo, les será fácil enlazar Kobe con dos restauradores sitos en Tenerife) 

Frases Canarias. Juan José Dorta.


Libros de frases han de tener todas las comunidades autónomas. Más difícil es que las sentencias populares vengan comentadas por Dº Juan José. Porque hacer un listado de frases locales a poco que cualquiera se ponga en bares, guachinches y mentideros con lápiz y papel es relativamente fácil. Solo resta que complete el listado preguntando a los mayores de distintos puntos de las islas. Sin embargo, son los comentarios de Dº Juan lo que aportan ese valor añadido a la recopilación ya que son por sí mismo un pozo de sabiduría popular que además de coincidir de pleno con lo que el lector imagina quiere decir la frase, el autor la explica haciendo énfasis en el tono de la misma si lo hubiere y en el deje socarrón que permite una explicación más canaria si cabe. Libro entretenido, segundo editado por este hombre de Guía Isora, en el que se ve la impronta del primero, dedicado a palabras canarias ya en desuso de las que él tiene preferencia por magallote, cachocho, cotio y abacorar.

La jungla. Upton Sinclair.


Por qué la carne de Chicago, cuando tu madre te enviaba a la venta a comprar una lata de carne molida para hacer un revuelto, era de Chicago, es algo que ni solíamos ni solemos preguntarnos al echar mano a una de esas latas con el toro impreso en ella junto a la llave pegada para abrirla. La misma a la que en sus tiempos había que desenroscar luego el serpentín de metal, evitando no cortarse, para que dicha llave formara parte del ajuar de cucharas, tenedores y cuchillos en la gaveta de la cocina que tu madre era la única capaz de encontrar.
La Jungla es novela que instruye sobre la carne de Chicago, allá por los inicios del siglo XX cuando esta ciudad tuvo el monopolio de su comercio. Trust de la carne, cuyo sinónimo es Cártel de la Carne. En Packingtown, al sur de la “Ciudad del Viento” entraban los trenes cargados de reses y salían con éstas transformadas en todo tipo de productos: desde jamón y salchichas hasta pieles y abono, bajo la máxima que dice: del cerdo se aprovecha todo menos los gruñidos. Allí acudieron miles y miles de trabajadores que hicieron cola a las siete de la mañana en busca de una ocupación. Primero irlandeses, luego italianos, mas tarde polacos y a continuación eslavos entre los que se encontraba Jurgis, lituano, y toda su familia.
La de calamidades sufridas por cualquier trabajador en aquellas industrias así como las del propio Jurgis hace que la novela sea realmente dura, entre otras cosas porque no hay capítulo en los que, por decirlo de alguna forma, salga el sol. Quienes estaban en la primera planta vivían con los lamentos de los animales, la sangre y el calor de las calderas. Los del piso inferior sufrían en la cabeza las altas temperaturas del piso superior, la pérdida de dedos de las manos en el despiece, y de los pies por la salmuera y por el frío de las salas inferiores donde se guardaban las piezas. Con excedente de mano de obra, el recambio estaba garantizado cuando las infecciones provocadas por accidente, ratas o heridas que no cicatrizaban disminuían el rendimiento. Abrirse camino con los exiguos salarios era muy difícil pues al adquirir una casa no se les informaba de la letra menuda en torno a los intereses y esto condenaba a la prostitución de sus mujeres para conservar el empleo y el hogar y para tener ingresos extras; también obligaba al trabajo de los hijos en la venta de periódicos. Todo en un ambiente en el que los sindicatos van tomando conciencia, policías y jueces ganan corruptas prebendas, se inician huelgas y aparece la visión socialista como contrapunto.
Es esta visión la que al final de la novela facilita unos capítulos tediosos, más propios de un ensayo político, al describir algunos de los discursos tenidos lugar en enfrentamientos públicos entre republicanos, demócratas y clérigos defendiendo sus posturas. De los cambios provocados por esas dialécticas observamos hoy las mejoras en esos programas de televisión en los que nos demuestran  “cómo se hacen” ya sean los donuts o las gominolas en forma de osito, que distan mucho de esos “cómo se hacen” en países en vías de desarrollo en los que es fácil entender que las cosas no han cambiado sino que se han trasladado y que la jungla sigue siendo la jungla.

También se han trasladado las etiquetas de los envases. Ahora la carne de lata es de vacuno 98.7% (54% carne de vacuno, resto casquería de vacuno) y ya no viene de Chicago ni de Brasil sino del Polígono Escaleritas en Gran Canaria.