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De portería a portería. Wenceslao Fernández Flores.


El libro, hético, como la almohadilla que aísla las posaderas al autor cuando se sienta en la fría y dura grada de cemento, está compuesto por los artículos de prensa que escribió las primeras temporadas de los años cincuenta del pasado siglo. Dado el éxito previo de sus crónicas taurinas fue enviado como corresponsal al Chamartín, al Metropolitano y a otros campos de la geografía peninsular. En ellos presenció el homenaje al vasco Ipiña, el regate del colchonero de color Ben Barek y las intervenciones del guardameta Dauder en las filas del Nástic de Tarragona.
Acuñó el término “vicegol” para aquellos balones que pasan rozando o golpean el larguero, o el poste, y que canta el respetable manteniendo el alma en vilo, aduciendo que son como un vicepresidente, un viceprimer ministro, que sin serlo, lo parecen. También el de “golicultor” para aquellos que trabajan en la producción de goles. Intuye por aquellos años la “cría” de jugadores para luego revenderlos; se pregunta por el precio de un dedo gordo de alguno de ellos teniendo en cuenta las desorbitadas cantidades que se les paga; admira la grandiosidad que adquiere un pie, en comparación con las prestaciones aportadas por una mano, cuando el primero golpea el balón y acaba en la red; comenta la impertinencia de esa columna que soporta el palco y que parece moverse, así como la doble moral de la hinchada según las actuaciones del árbitro, y la necesidad de poder elegir, como si fueran palos de golf, a los rematadores de cabeza en función de la forma de sus cráneos.

Impresiones de un espectador primerizo. Lecturas sencillas, en clave de humor, escritas por un Wenceslao que se sentó a ver de todo menos los partidos de fútbol. Escribe al respecto: “Naturalmente, he oído hablar de fútbol muchas veces, aunque pocos minutos en cada ocasión, porque –ignoro las razones-, esas charlas me atacan el encéfalo”. Es posible que esas molestias le vinieran de haber leído previamente el libro La decadencia de Occidente de Oswald Spengler quien escribió: "A la cultura le corresponde la gimnasia; a la civilización, el deporte". Es la gran diferencia que existe entre la palestra griega y el circo romano.

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