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Las ciegas hormigas. Ramiro Pinilla.


Un carguero inglés, con sus bodegas llenas de carbón, encalla en la costa vasca. Los vecinos saben que el casco no aguantará el embate de las olas por lo que se organizan por la noche para recoger el oro negro que para ellos supone hacerse con unas sacas de carbón. Sabas organiza a su familia. A través de su capacidad de trabajo, con una voluntad inquebrantable de ciega hormiga, logra hacerse con un buen botín a pesar de todas las dificultades que le sobrevienen desde su propio clan, de la gendarmería que trata de recuperar todo el carbón y del propio pueblo.

Narrada en su columna vertebral por uno de sus hijos, el escritor hace desfilar a todos sus personajes con su propia visión de la situación. Solo Sabas y su actitud perseverante permanece al margen como figura central sobre la que gira la novela. Tiene la esencia de la trama y algunas escenas un aroma al Faulkner de Mientras agoniza y al igual que él logra mantener el suspense en torno a la vicisitudes de la familia durante un largo, lluvioso y accidentado fin de semana. 

De portería a portería. Wenceslao Fernández Flores.


El libro, hético, como la almohadilla que aísla las posaderas al autor cuando se sienta en la fría y dura grada de cemento, está compuesto por los artículos de prensa que escribió las primeras temporadas de los años cincuenta del pasado siglo. Dado el éxito previo de sus crónicas taurinas fue enviado como corresponsal al Chamartín, al Metropolitano y a otros campos de la geografía peninsular. En ellos presenció el homenaje al vasco Ipiña, el regate del colchonero de color Ben Barek y las intervenciones del guardameta Dauder en las filas del Nástic de Tarragona.
Acuñó el término “vicegol” para aquellos balones que pasan rozando o golpean el larguero, o el poste, y que canta el respetable manteniendo el alma en vilo, aduciendo que son como un vicepresidente, un viceprimer ministro, que sin serlo, lo parecen. También el de “golicultor” para aquellos que trabajan en la producción de goles. Intuye por aquellos años la “cría” de jugadores para luego revenderlos; se pregunta por el precio de un dedo gordo de alguno de ellos teniendo en cuenta las desorbitadas cantidades que se les paga; admira la grandiosidad que adquiere un pie, en comparación con las prestaciones aportadas por una mano, cuando el primero golpea el balón y acaba en la red; comenta la impertinencia de esa columna que soporta el palco y que parece moverse, así como la doble moral de la hinchada según las actuaciones del árbitro, y la necesidad de poder elegir, como si fueran palos de golf, a los rematadores de cabeza en función de la forma de sus cráneos.

Impresiones de un espectador primerizo. Lecturas sencillas, en clave de humor, escritas por un Wenceslao que se sentó a ver de todo menos los partidos de fútbol. Escribe al respecto: “Naturalmente, he oído hablar de fútbol muchas veces, aunque pocos minutos en cada ocasión, porque –ignoro las razones-, esas charlas me atacan el encéfalo”. Es posible que esas molestias le vinieran de haber leído previamente el libro La decadencia de Occidente de Oswald Spengler quien escribió: "A la cultura le corresponde la gimnasia; a la civilización, el deporte". Es la gran diferencia que existe entre la palestra griega y el circo romano.

El aliento del cielo. Carson McCullers.



El aliento del cielo reúne toda la producción escrita por McCuller en cuanto a relatos se refiere (19 en total) y tres novelas cortas. Tanto en unos como en otras queda la impronta de una escritora propia del sur de los Estados Unidos. Ese Sur que nada tiene que ver con la imagen de los rascacielos y las grandes ciudades. Un Sur, que al igual que ella, entiende de amor, violencia, soledad y fracaso desde unas coordenadas que pudieran parecer artificiosas pero que están embebidas con la propia experiencia de la autora (de alcoholizados sentimientos) junto al modelo de vida de campo en una región de ese país que marca de forma particular el alma humana, lo que queda reflejado con exquisita pasión en sus tres novelas. En Reflejos de un ojo dorado trata de las relaciones de pareja en un complejo militar donde un mozo de cuadras hace de voyeurista, lo que fue indigesto para el Ku Klux Klan. La balada del café triste es una rocambolesca historia de amor entre una gigantona y un jorobado bajito que dice ser su primo con el beneplácito, flotando en un pequeño pueblo del sur, del primer marido cuyo casorio duró unos pocos días. Frankie y la boda trata de las ambiciones y fantasías de una adolescente ante la boda de su hermano.